La moda predominante en internet es el directo. Los streamers son creadores cuyo contenido principal son ellos mismos: sus reacciones, opiniones y personalidades. Suben videos sumamente largos, sin montaje ni guión, con tan solo una idea y un plan más o menos definido para realizar alguna actividad en vivo.
Cuando termina el directo, por lo general el video se edita para subir una versión resumida, así quienes no pudieron estar presentes pueden ver los puntos más importantes. Sin embargo, lo que atrae a la gente suele ser la experiencia en tiempo real; la versión resumida, por lo tanto, no resulta tan atractiva ya que carece de la interacción, convivencia y compañía que define el medio.
El valor documental de los streams es impresionante. Llamemos arqueología informática a lo que podría convertirse en una de las disciplinas más importantes para preservar y reconstruir el siglo XXI. Imaginen, si nos volvemos locos con cintas de personas del siglo XIX caminando en la calle, y audios de los 50 de gente opinando, lo que nos produciría a futuro un video extenso y directo de gente hablando durante horas con desconocidos, y lo valioso que es a nivel de preservación histórica.
Los directos publicados alcanzan su pico de espectadores durante la transmisión, y luego quedan olvidados tras nuevos directos. Aunque quedan almacenados y pueden buscarse, están virtualmente al borde de la inexistencia. Están a solo un clic de "borrar video" o "borrar canal" de desaparecer de los sistemas digitales y de la memoria colectiva.
Cuando inevitablemente desaparezca YouTube, y otras plataformas similares, todos esos vídeos, miles de millones, de gente hablando por 3 horas detrás de una silla, serán borrados. Así, también se perderá la documentación de sus gustos, sus chistes, las barbaridades que dicen, su ropa, sus acentos, realidades sociales, económicas, políticas… El presente es testigo del nacimiento de una nueva forma de documentar la historia.
Objetos que dicen "Yo"
¿Qué es el directo
televisivo?
Una caravana perdida
Una cajita de música
Mi termo
Remake New Book
Tratamiento y bitácora
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Mi termo solía estar cubierto por una funda de cuero rojo y adornado con stickers. Con el tiempo, los stickers comenzaron a despegarse y la funda a deteriorarse. Un día, mi madre me obligó a quitar la funda por completo debido a su mal estado, y ahora el termo exhibe la desnudez de su metal plateado.
El tapón antes era gris, pero ahora es negro. Un día, el termo se cayó y tuve que salir a buscar un repuesto. Este nuevo tapón nunca encajó igual que el anterior, y hace ruidos de gases que debo silenciar presionando su botón.
Mi termo ya no es el mismo de antes, pero me ha acompañado por muchos años y ha crecido conmigo. Llevarlo a todas partes me ha hecho muy cercano a él, y agradezco sentir, junto a él, el calor del hogar que ambos extrañamos.
La cajita de música no tiene mucha historia. Antes pertenecía a mi hermana, y ahora es mía. Al girar la manija, suena Imagine de John Lennon, aunque con un tono ligeramente siniestro. Por alguna razón, siempre la llevo en el bolsillo de mi mochila, y la he usado más de una vez para asustar a mis amigos en la oscuridad o por la noche.
Un día, mi amigo Iván me regaló una caravana para que ambos tuviéramos una del mismo par. Era una caravana muy bonita, con tres cadenas que colgaban, terminadas en puntas de lanza. La llevé puesta en mi oreja izquierda durante un año y medio, hasta que una madrugada de verano, al regresar a casa, me di cuenta de que el metal se había roto y las tres cadenas se habían perdido en la noche. Fue una de esas típicas noches montevideanas, donde te toca recorrer la ciudad a pie, de un lado a otro, sin nada más que hacer que comerse el tiempo. Al día siguiente, volví a algunos de esos lugares para buscar las cadenas, pero sin éxito. Aunque la caravana se perdió, como ocurre con las cosas que se pierden, no dejan de existir; aquellas cadenas ahora descansan en algún rincón que, si bien no se cual es, lo conozco muy bien.
TP directo
Para realizar esta práctica, debemos primero elegir un material del Hotlglue de la materia según su estrategia de puesta en escena, para luego recrear nosotros una puesta de directo simulado. Elegimos la instalación de arte “Legend”, hecha por Candice Breitz en homenaje a la leyenda del reggae, Bob Marley. La video-exposición fue instalada en el Museo de Arte Contemporáneo de Denver, y es así; en una pantalla son proyectadas múltiples viñetas en las que cada una muestra una persona cantando a su ritmo y manera el tema “Stir it up”. La gracia está en que lo que se escucha no son sus voces individuales, sino la unión de todas, ya que debido al sincronizado de las viñetas, se crea un coro involuntario.
Lo que observamos como estrategia de directo simulado es la compaginación simultánea de distintos momentos. Cada persona que fue traída para cantar fue grabada en la misma ubicación, frente a la misma cámara y al mismo telón de fondo. Lo que se genera como puesta en escena es que cada uno de los sujetos canta la canción en soledad, sin tener referencia alguna que oriente su canto. Por lo tanto, al unir estos videos se superponen voces que cantan a distintos tonos y velocidades, que en descoordinación se pisan y se oponen, pero que sin embargo logran fabricar un sonido singular.
El coro no termina de ser ni una mezcla de distintas voces individuales, ni una entidad del todo unida. Es un poco de las dos; porque la gente se hace notar y resaltar (hay voces más graves, otras más energéticas, y alguna que otra que incluye armonías y versos de más); pero también porque existe una unión entre ellos que va más allá de estar sincronizados, que tiene más que ver con un lazo cultural que con cualquier otra cosa.
Recordemos el tema que se canta; “Stir it up”, uno de los más famosos y conocidos del artista. Es uno que cualquier persona reconoce, y que las comunidades afroamericanas de Norteamérica le tienen un apego en particular. Al final lo que hace esta exposición es reafirmar la importancia que tienen la cultura y el arte en el día a día, y la influencia que tuvo Bob Marley para comunidades que a pesar de estar lejos de su país natal se sintieron identificadas. La cultura es aquello que impregna la vida de una persona, que moldea su personalidad e individualidad, y que por experiencias similares y referencias en común, puede ser comprendida por el otro.
Elección del material
Nuestro trabajo práctico
La técnica que queremos extraer de la obra de Breitz es el uso del video sincronizado para pensar la relación entre la individualidad y la cultura. En nuestra reinterpretación, mantendremos la unión sonora entre planos, pero el efecto producido será otro…
Una publicidad de la Copa
En nuestra reinterpretación, abordamos el uso de la compaginación de distintos momentos, pero no contamos con múltiples individuos, sino con uno solo en distintos lugares de su casa a lo largo del día.
Aquí, la relación entre individualidad y cultura no se visualiza en la unión explícita de gente de una comunidad, sino que en la fuerte presencia que tiene la cultura, en este caso el gol que trajo un mundial a la Argentina y su recuerdo, en el plano cotidiano. En efecto, se trata de otra publicidad de la selección, otra de las tantas que abundan en tiempos de Copa.
Es aquí donde traemos a la mesa otro material de referencia, también vinculado al Directo Televisivo. En la serie “Atlanta” de Donald Glover, un capítulo es narrado únicamente mediante spots de televisión, principalmente por publicidades. El resultado es un conjunto de publicidades de apariencia real, cuyas funciones no es vender sino entretener, y que por lo tanto se llenan de un significado humorístico y paródico.
Vinculándolo a nuestro trabajo, éste fue realizado en Julio de 2024 durante la Copa América, en pleno apogeo de referencias mundialistas. “Huevo Dibu, Huevo”, “Qué miras bobo?”, las cartas del McDonalds y el himno tocado en guitarra eléctrica son solo unas de las miles. Lo que sucede es que este fuerte episodio cultural que es haber ganado un mundial está siendo explotado hasta morir en el ámbito del marketing. Este es el aspecto de la cultura que nos interesa retratar; su faceta manipuladora, y su relación con el directo televisivo.
La intención es que nuestro video remita a la emoción genuina de la victoria de aquella final de Qatar 2022. El gol del 2 a 0 es recordado en distintos momentos cotidianos y parece iluminar la escena con su recuerdo. La unión de los relatos crea un coro similar a los gritos de gol que se escuchaban desde los balcones y que se llevaba el viento en ese día tan hermoso donde el mundo se puso en pausa y la atención se puso en una pelota de fútbol. Pero todo cambia cuando se revela que esa emoción fuerte es así porque fue creada, fabricada, para ser sentida así. Cuando entendemos que el video está apuntado específicamente a nosotros y a nuestras emociones con el fin de vendernos un producto, se revela el artificio, y la percepción es otra; uno se siente manipulado, engañado, y que le están robando desde el aprecio a su propia cultura.
TP Narcisa
Mi relación con el cine comienza desde que soy un chiquilín. Por consumir historias fantásticas, aprendí a ver en lo banal y cotidiano un camino hacia la aventura, o más precisamente, descubrí que detrás de lo común siempre hay algo más que no podemos ver. Con tiempo de sobra, y pocos amigos, me dediqué a ficcionalizar mi vida.
Siempre fui el que dibujaba. Lo hice desde siempre, y como mis familiares lo consideraban mi gran talento, no me quedó otra que apropiarme de ese don. Dibujaba personajes, guerreros, animales, dragones, dinosaurios y naves espaciales. Algunos existían en la ficción, pero la mayoría no, así que debía darles nombre e historias.
Tengo 14 años y dibujo más que nunca. Adopto un estilo muy particular: un trazado lo suficientemente preciso como para no ser suelto, pero no tan libre como para generar movimiento. Lo que destaco de mis dibujos en ese momento es mi habilidad para retratar a las personas y captar sus rasgos más específicos. Dibujaba de manera similar a Tim Burton; mis personajes eran largos, flacos, estirados y malnutridos, con ojos grandes y poco humanos. La diferencia es que, para mí, los personajes de Burton eran todos iguales: blancos, pálidos, y solo variaban en la ropa, y hasta ahí. Mis personajes eran más humanos, más corpulentos y caricaturescos, y en el caso de ser retratos reales, mucho más fieles a la persona.
Comencé a hacer dibujos por encargo para todo tipo de personas: compañeros, amigos, profesores… No importa lo que me pedían, yo lo dibujaba. No importa si el dibujo era de Nacional o Peñarol, de Defensor o Danubio, de una serie, película, o de ellos mismos. Un día, un jugador de las inferiores de Cerro me contactó para que lo retratara. El dibujo, sin duda, era algo que me definía.
A los 15, comienzo a tener otros intereses. Ahora tengo amigos, estoy comprometido con el fútbol y salgo de joda. Tengo menos tiempo para pasar varias horas dibujando, pero más interminables horas viajando en ómnibus y mirando por la ventana. De alguna manera, no hay mejor forma de ficcionalizar el mundo que mirar por la ventana: viendo a la gente desde arriba, notando la variedad de personajes que se encuentran, la complicidad entre quienes están sentados o parados cerca, y dejando que la mente se apague.
Ese año me anoté en un curso de historietas, que contaba con dos partes; una dedicada al dibujo y la otra al guión. Así, escribí mi primera historia en palabras, ya que antes mis historias siempre quedaban en el aire. Se llamaba el faraón rojo, y era sobre un superhéroe que se dejaba poseer por un dios antiguo. Como toda historia de superhéroes, no tenía fin. Ya tenía pensado una docena de secuelas, precuelas y spin offs, pero yo recién iba dibujando las primeras diez páginas del primer volumen de la primera temporada.
Al año siguiente, me anoté en un taller de guión. Ahí descubrí a Robert McKee y a Syd Field, y de pronto, sentí que tenía todas las herramientas para escribir las historias que yo quería. Ya no necesitaban ser tan vistosas como las de superhéroes; podrían ser cualquier otra cosa. Aún mejor, descubrí que no necesitaba más del dibujo para contar historias, ya que ahora las plasmaba en la escritura, con la gran promesa de verlas en pantalla y en movimiento. Así que dejé de dibujar. No recuerdo si lo hice sin pensarlo mucho o si fue una decisión voluntaria y meditada, cansado de que el dibujo fuera lo que me definía y mi único don. Ahora que lo pienso, algo similar ocurrió con el fútbol. Era muy buen golero, y como hay pocos, siempre me llamaban ‘el golero’. A pesar de algunas protestas, decidí dejar el arco y empezar a jugar de lateral. No sé por qué. En todo caso, ya hace varios años que no me siento a dibujar, y si bien estoy seguro que mis dibujos seguirían siendo buenos, ese don está perdido.
A los 16, 17 y 18 años, comencé a grabar mis primeros cortos, y hasta el día de hoy siguen siendo mis mejores experiencias en el cine. La dirección la hacía junto a Tiago, y solía ser Iván quien nos ayudaba desde la actuación. Durante las clases, escribíamos los guiones y planificábamos la fecha del rodaje. Muchas de las cosas que hoy tienen nombre, como guión técnico, asistente de dirección, dirección de arte y logística, ya existían en esas primeras etapas, pero las asumíamos como una parte más abstracta de la producción. Al fin y al cabo, éramos nosotros y la cámara. No podíamos grabar nada que no pudiéramos ver, pero a la vez nos obligábamos a experimentar con una variedad de recursos para compensar la falta de producción y dinero. Los guiones no eran realmente guiones per se (a Robert McKee y a Syd Field los matamos), eran un listado de acontecimientos, técnicas, sensaciones y emociones que emulaban imágenes que circulaban en nuestro subconsciente. Era un cine improvisado, y pasamos hermosos momentos entre amigos, en esos últimos meses que nos quedaban de liceo.
Hoy estudio cine, y ya no es lo mismo. Entre altos y bajos, puedo decir que he mejorado muchísimo y aprendido una barbaridad, pero ahora el cine es laburo. Aunque todavía no me han pagado, me muevo en el ambiente y entiendo que funciona casi de manera anarcocapitalista. Inconscientemente, aunque para algunos no tanto, incluso el hacer amigos y formar relaciones está cargado con un peso adicional relacionado con la búsqueda de futuros colegas. Las ansiedades sociales que conlleva hacer amigos ahora vienen acompañadas de inseguridades laborales: no cometer errores en el rodaje, cumplir con las expectativas, estar siempre dispuesto a ayudar en los proyectos de los demás y ser disciplinado.
Mi relación con el cine aún es prematura. Tengo 20 años, vivo en otro país, veo a mi padre y a mi madre una vez cada 3-4 meses, y a mis amigos cada 6. El cine me abrió las puertas a un mundo nuevo, con nuevos lugares, nuevas personas y nuevos amigos. La decisión ya está tomada: si quiero seguir por este camino, debo entender que el cine no es secundario en mi vida, sino que opaca y controla todos sus aspectos, como una obsesión que no puedo controlar. Si hago cine, o mejor dicho, si tengo la suerte de hacerlo, mi vida y la de mis seres queridos estarán al servicio del arte; de lo contrario, no tiene sentido.
Este video en formato documental sobre la llegada del hombre a la Luna, más que una simple recopilación de imágenes de archivo, es un collage visual que nos transporta a uno de los momentos más icónicos de la historia moderna. Compuesto por imágenes "prestadas" de transmisiones televisivas originales y clips documentales más recientes, el trabajo nos invita a reflexionar sobre el peso de la memoria colectiva, el valor de la imagen y las tensiones entre realidad y ficción.
Desde el comienzo, el título, El alunizaje del hombre (EE.UU.), nos prepara para sumergirnos en la experiencia. Las imágenes en blanco y negro del alunizaje, transmitidas al mundo entero, no destacan por su nitidez, pero su importancia histórica es indiscutible. Estas tomas, filmadas por los mismos astronautas, han sido objeto de innumerables teorías conspirativas que sostienen que todo fue grabado en un estudio. Sin embargo, más allá de estas polémicas, el material nos recuerda que estas imágenes capturaron un logro que trascendió fronteras y marcó un antes y un después en la carrera espacial.
El video también juega con la temporalidad, alternando entre imágenes del alunizaje y escenas en la base norteamericana en la Tierra. Esta yuxtaposición revela la complejidad del evento, donde no solo los astronautas, sino también miles de personas detrás del telón, hicieron posible esta hazaña.
A mitad del video, aparece la famosa frase: "Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad". En ese momento, una voz en off toma protagonismo, introduciéndonos a videos más recientes en color. Aquí, el estilo cambia a un formato televisivo más moderno, con reportajes del Museo del Aire y el Espacio en Washington D.C., intercalando entrevistas actuales y metraje histórico. El video no solo rememora el alunizaje, sino que también aborda la tensa carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, un recordatorio de que este hito ocurrió en plena Guerra Fría. La competencia entre las dos superpotencias añadía una capa de urgencia política y estratégica que convirtió el alunizaje en un símbolo de superioridad tecnológica y nacional.
Lo interesante de este documental es cómo las imágenes antiguas y nuevas se mezclan, generando un contraste que nos hace reflexionar sobre cómo vemos y entendemos el pasado. A medida que la voz en off avanza, queda claro que el video no solo trata sobre el logro de 1969, sino también sobre el futuro de los proyectos aeroespaciales de Estados Unidos. Termina no solo como un testimonio del pasado, sino también como una interrogante sobre lo que vendrá.
Este montaje nos recuerda que las imágenes no son solo registros visuales, sino también narrativas que interpretamos, discutimos y cuestionamos. Como espectadores, quedamos atrapados en la tensión entre lo que vemos y lo que creemos, entre la historia que se nos muestra y las historias que creamos a partir de ella.
TP Autorretrato
Mi autorretrato es un fotomontaje, mitad documental, mitad ficción, que reúne momentos vividos en julio de este año, registrados exclusivamente con el celular. Son fotografías tomadas a veces con intención y criterio, y, en otras ocasiones -su mayoría-, solo por el simple hecho de tener una cámara accesible a mano. Sin este montaje, serían imágenes destinadas al olvido y que rara vez serían revisitadas.
La razón por la que estas fotos son importantes es la misma que da nombre a la película: Gagá. En julio volví a reencontrarme con mis amigos más antiguos y cercanos, aquellos de Montevideo, y específicamente los más importantes de mi adolescencia tardía: Tiago e Iván. Nos separan varios meses, y a menudo los reencuentros pueden ser efímeros y no tan fructíferos como uno hubiera deseado. Sin embargo, esta vez nos volvimos a encontrar -como siempre- habiendo crecido y convertido en nuevas personas, pero con un recuerdo en común que nos unió con una fuerza que no sentíamos desde antes de graduarnos y comenzar a distanciarnos.
El recuerdo tiene más que ver con una etapa que con un momento preciso: nuestro último año de liceo. Fue un año en el que aún no teníamos responsabilidades, en el que nuestro mayor problema era cómo aprovechar nuestra juventud. No éramos adultos todavía, pero sí los mayores de nuestro liceo, y eso nos daba libertad para hacer cualquier cosa: mandarnos cagadas a costa de las notas, faltar si queríamos, y ser -tal como nos bautizamos en este reencuentro- unos viejos gagá.
Las condiciones que nos brindó el mes de julio fueron perfectas. Nos reencontramos, cada uno cansado y agobiado tras haber comprendido realmente el profundo significado de una nueva palabra: "responsabilidades". Sin embargo, teníamos un hermoso panorama por delante; estábamos juntos de nuevo y contábamos con un mes que, por primera vez en mucho tiempo, nos ofrecía tanto tiempo libre como, más importante aún, buen clima. Hacía veinte grados y era verano en pleno julio.
Así, volvimos a ser unos viejos gagá: convivimos los tres, vivimos de la improvisación y la espontaneidad, desprendiéndonos del tiempo y sintiendo que el mundo era nuestro. Pero ya no éramos adolescentes, sino jóvenes con algunos años más de madurez y experiencia, lo cual nos impedía ser realmente esos chiquilines que estaban a punto de graduarse. En todo caso, más que un período de diversiones -que también las hubo- fue un tiempo de reflexión, de cuestionarnos quiénes éramos en ese momento preciso.
En cuanto a las decisiones formales de esta película, reuní todas las fotos tomadas durante este período para luego organizarlas, manipularlas y ficcionalizarlas en una historia cuyo hilo conductor son los lugares que recorrí ese mes. Así creé una especie de diario de viaje o un mapa de escenarios, yuxtapuesto con audios de noticias ocurridas en ese periodo. Uno siempre recuerda dónde estaba cuando suceden eventos de mayor o menor importancia, ya sean nacionales o internacionales. La yuxtaposición derriba fronteras, contraponiendo lugares que parecen similares pero son distintos, otros que parecen distintos pero son similares, y mostrando las distintas escalas que estas diferencias proponen. Uruguay es un país pequeño, familiar y cerrado en sí mismo, pero al mismo tiempo vasto y diverso. Analizamos Montevideo y el interior profundo, Uruguay y Brasil, Uruguay y Argentina, Uruguay y el mundo, y el rol que uno mismo tiene frente a todo ello.
La idea es montar una "sala de cine" individual con tres pantallas. La película se mostrará respetando el orden de los capítulos:
1. Montevideo
2. Durazno
3. Tacuarembó
4. Buenos Aires
Cada capítulo ocupará el espacio de una pantalla para generar una sensación de trayecto en el espacio, simulando un mapa en la misma disposición del espacio. La experiencia comienza con las tres pantallas sincronizadas en audio y video, mostrando el mismo texto: “Esta película fue hecha para preservar la memoria de un celular”. Después, la película inicia con la pantalla de la derecha, que muestra la secuencia de Montevideo, mientras las otras dos permanecen en negro.
Al terminar esta secuencia, la pantalla derecha vuelve al negro e inmediatamente la pantalla del centro comienza con la secuencia de Durazno (acompañada por un cambio en la fuente de sonido). Luego, al concluir Durazno, la pantalla izquierda muestra la secuencia de Tacuarembó. Finalmente, las tres pantallas se sincronizan para mostrar simultáneamente la cuarta y última secuencia: Buenos Aires. Esta sirve como conclusión y conecta con el espacio donde la exposición se lleva a cabo.
El objetivo es replicar la sensación de mapa que ofrece la película, aprovechando la disposición de la sala. Así, se crea una narrativa espacial que avanza de derecha a izquierda mientras nos adentramos en el interior de Uruguay.
Elementos necesarios para la experiencia:
1. el aula y sus sillas.
2. 3 pantallas (mi computadora, y la de dos compañeros).
3. 3 parlantes (uno mío y dos de mis compañeros).
¡Nos vemos en la exhibición!